Román Cortázar habló con SinEmbargo sobre la manera en que Las derrotas del silencio nació, se reinventó y al mismo tiempo se reencontró con él, con la palabra, y con el hombre que es él a partir de y desde la poética.
Ciudad de México, 10 de junio (SinEmbargo).– “La palabra es una llave y a la vez convoca una responsabilidad, sobre todo en este mundo de palabrismo”, comparte en entrevista el poeta mexicano Román Cortázar. “Es una responsabilidad muy grande decir las cosas y sustentarlas, saber que la palabra no es propiedad de uno sino que es propiedad de la comunidad y que, precisamente, porque escribimos para llevar un mensaje a muchas otras personas que conocemos o que no conocemos, ahí lo más importante me parece que no es nada más la palabra sino la noción de comunidad”.
Cortázar habló con SinEmbargo sobre su poemario Las derrotas del silencio (Vaso Roto), en el cual ahonda en distintas cuestiones, desde lo erótico y el diálogo con distintas obras y autores hasta los versos que se recitan a sí mismos. En cada trazo que hace de la palabra, explicó que hay un trabajo constante en el que ha reinventado su obra desde hace una década.
“Un poco o un mucho lo que me pasó fue trabajar realmente sobre lo que sentía que era el poema y, por ejemplo, hay uno de comienzos del libro que dice 'entro por tus ojos', que son dos versos nada más y eran cuatro páginas de un dizque poema. Al final me pareció que era todo muy barroco, muy pedante, muy inútil, que sobraban todas las palabras, y que realmente el poema estaba alojado en las dos últimas líneas del poema y eso es lo que quedó, me parece que finalmente era como un escarceo amoroso hasta llegar al verdadero amor”.
Román explicó que este proceso le permitió entender aquello que mencionaba George Steiner sobre cómo la Ilíada y la Odisea fueron dos grandes cantos editados por Homero, quien a su vez era un gran editor. “El tiempo y los homéridas fueron limando aquellos grandes poemas y entregándolos en su forma final”.
Es así, que entre un poema y otro hay un renacimiento constantemente, en el que Román Cortázar se trabaja a sí mismo, se reinventa y al mismo tiempo se reencuentra con esos primeros poemas que se delinearon en 2006.
“La vida te va llevando a veces por donde no quieres, entonces me pareció que como la vida misma, el poemario tenía que ir este siendo sin temas, y lo único que cuide fue que la música permaneciera y que hubiera una hilación entre los poemas y al final me agradó lo que quedó porque creo que reflejaba lo que me propuse, que era una fotografía de la vida misma hasta donde yo la podía fijar o eternizar mediante la palabra”, expresó.
—¿De qué manera funcionan estos silencios en la armonía de tu poesía?
—Hay silencios llenos, silencios ricos, llenos de muchas cosas, y quizás por mi larga y profunda relación con (Eduardo) Galeano es que hice suyo aquello de 'las palabras más importantes que el silencio', que tampoco era de él, que era de (Juan Carlos) Onetti, y me parece que allí encontré el sentido después de tanta verborrea, de tanto que había escrito y publicado, y que muchas cosas eran excesivas, me parece que fue en la maduración del silencio que fueron aflorando las palabras que tenían que quedarse, que no eran silencios, que eran silencios llenos de palabras y por ahí fue donde podría tener una vinculación con la música, lo importante de la música, más definitivo, podría ser el silencio o tan importante como la armonía porque sin silencios no hay esa pausa o esa respiración necesaria para reconocer.
En cuanto a los distintos los temas que aborda su obra poética y la manera en que reflejan al autor y al hombre, Román Cortázar señaló cómo ya Octavio Paz —en quien reconoce un gusto poético, pero no así político— decía cómo el poeta es un personaje que se inventa la persona “porque es cierto que cuando intentas recuperar alguna vivencia mediante la palabra poética, bueno, todos sabemos que la memoria nos miente, no existiría el psicoanálisis si la memoria no escondiera el sentido o los sucesos no nos los escondiera, entonces quizás paulatinamente fui llegando a ese puerto que es la invención del poeta”.
“No viví el proceso vital y luego el poético, o el poético lo conocí y luego se dio el proceso vital sino que fueron de la mano en verdadera dialéctica y así fue como llegué a esta conciencia de que el escritor y el artista es un trabajador más que aporta cosas distintas, nadie va a negar la trascendencia de las obras artísticas, pero que son simplemente otro tipo de oficios y creo que un poco por eso fue mi decisión de dejar que las voces que me han permitido llegar a esta idea de la literatura, de que no hay diferencia esencial entre un poema y un cuento”, comentó.
Y puntualizó: “No hay nada sustancial que permita distinguir a un poema de un cuento, me parece que este tipo de cosas fueron naturalmente descubiertas y que en ese sentido tomé decisiones ya de calado poético al dejar que las voces que me habían llevado a esas revelaciones estuvieran muy claras en el libro, es decir, no me escondo de pensar de decir que ahí está (Juan) Gelman clarísimo en muchos poemas, que hay una influencia muy poderosa de la poesía de Gelman o de Tomás Segovia y no tengo por qué avergonzarme de ello, ni esconderlo, como si yo reinventara el lenguaje porque al final, precisamente, porque creo que tengo una conciencia de la tradición literaria, precisamente se de donde vengo y no esconder de la biblioteca y en la mochila”.